Señorita Laura

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A la promotora de la vergüenza nacional:

Laura, Laura, Laura. Sólo la bondad de Dios pudo regalarte boca. La bendita libertad de expresión nos hace esclavos de tus alaridos. Ahora último vienes con que te avergüenza ser peruana. Qué risa. Si los cientos de “comedores” y “tus madres” estuvieran realmente conscientes de la clase de monstruosidades que planeabas con tu equipo de producción para liderar el rating, te tendrían asco. Está bien, tú me dirás que eres una mujer digna, que te encarcelaron y que hacías patria con tu programa por Latinoamérica. Pero la verdad de las cosas es que te quedaste a pagar tus penas porque eras consciente de tu culpa y porque viste más conveniente vivir en ‘Monitor’, con aire acondicionado, gimnasio, con todos los lujos, servidumbre, marido-mantenido, set de tv y todas esas cosas, que acomodarte en un rincón en Santa Mónica. Porque vivir así es mil veces mejor que mudarse a la cárcel. Ganarse la plata así, es años luz veces "mejor" que ganarte el pan trabajando con un carrito sanguchero de ‘Solidaridad familia’. Ay, Laura, siempre te has querido vender infructuosamente de una forma distinta: Como la heroína del pueblo, como la defensora de los pobres y marginados, o como la lideresa del rating nacional. Sin embargo, no eras más que una ambiciosa que no le importaba lucrar con la necesidad ajena, una persona sin escrúpulos que se metió con Montesinos y que en su programa promovía al gobierno dictador de turno, regalando escándalos y cortinas de humo a petición.

Pero, sabes, la gente no es tan tonta como tú piensas. Hoy muchos se dan cuenta de tu teatro de largas temporadas, de tus argucias y mañas para salir bien parada y hacer de la exposición del morbo popular un jugoso negocio que, incluso, te permitió tener una enorme mansión en Miami. Nunca hubo guerra sucia contra ti. Tus propias mentiras fueron las que te pusieron la soga al cuello. Y ahora vienes con que México es un país maravilloso que te acoge y que nunca más quieres volver a vivir en Perú. Sinceramente, Laura, en el Perú a nadie le importa tu vida. Es más, si no vienes mejor para el país porque nos evitamos de una influencia tremendamente nociva para la sociedad. Lo malo es que ahora estafarás a los mexicanos y a nosotros nos harás quedar mal otra vez y como siempre. Porque es por tu culpa, claro está, que el mundo hispano cree que todos los peruanos somos como el papel que interpretaba esa pobre gente en tu programa.

Si te avergüenzas del Perú, Laurita, el sentimiento es mutuo porque el Perú se avergüenza de ti. Y si te fuiste a vivir a México es porque acá estas quemada y nadie te daría un minuto más en la tele.

Te pido, para terminar con esta carta, que no hables mal de mi patria, remozada y pujante nación. Y si en algún momento se te pasara por la mente hacerlo, primero muérdete la lengua.

Hasta nunca, señorita Laura.