Curiquitaca

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Al cura señalado:

No quisiera estar en su pellejo, Padre Alberto. Espero que el amor por su chica sea lo suficientemente fuerte como para aguantar esta tempestad, tanto como espero por su bien que la tormenta pase rápido. Aunque las críticas seguirán lloviendo hasta convertirse en garúa y luego rocío. Entre tanto, los católicos célibes lo seguirán detestando, cuando en el fondo lo envidian. Las divisiones se seguirán zanjando entre los buenos que lo condenan y los malos que lo apoyan. Entre ellos, yo. Y lo apoyo un tanto por su actitud rebelde, ciertamente tardía, pero que logra de algún modo poner en contradicho al sistema loco, raro, confuso y críptico de la universal Iglesia Católica.

Le cuento. El cura que me bautizó cuando tenía un día de nacido tenía fama de borrachín, mujeriego y de padrino de muchos “ahijados”. Lo conocí cuando era adolescente y tuve que confesarme para comulgar en una misa de una tía. Diez segundos duró la confesión. El dichoso padrecito no me dejó hablar y sólo se remitió a decir “tus pecados te son perdonados”. Famoso cura este. En mi ciudad todos conocían de sus andanzas, algunas señoras lo conocían más que los demás.
También en la adolescencia conocí al cura del pueblo de mi abuelo, justo cuando se celebraba una fiesta patronal. En la misa, a la que asistí presionado por mi madre, para complacencia de mi bisabuela, este cura de pueblo se presentó completamente embriagado y a mitad de la ceremonia se orinó frente a los feligreses de la manera más desvergonzada. Esos dos únicos escandaletes recuerdo haber atestiguado. Luego escuché en las noticias sobre curas violadores varias veces, y una vez una leyenda urbana sobre un convento de claustro, en el centro de mi ciudad, donde se dice que las monjas enterraban fetos en el jardín, seguramente, como parte de alguna penitencia encomendada los curas del recinto. Qué será.

Volviendo a su caso de enamoramiento fortuito, yo creo que hizo bien en reconocer su falta, porque de hecho hubo muchos ofendidos. Pero también hizo bien en dar la cara y defender ese sentimiento que no creo, sinceramente, vaya a recibir una condena divina.
El catolicismo más defiende el celibato para no tener que alimentar más bocas. Me explico: si existieran 100 curas en el mundo, y cada uno con esposa, y cada uno con dos hijos, el ingreso por ofrendas tendría que prestarse para alimentar 400 personas (fuera de los gastos de educación), además de los gastos administrativos comunes. Personalmente creo que por ahí va la cosa: la Iglesia Catolíca quebraría si los curas pudiesen dar el sí en el altar.
Ahora, que si la Biblia manda el celibato es discutible porque también el apóstol Pablo menciona en una carta que si alguien no puede mantenerse solo que se case. Y si nos remitiésemos a prácticas bíblicas, la iglesia Católica tendría que cambiar muchas de sus formas actuales para ajustarse al libro sagrado.

En fin, todo es según el color del cristal con que se mire.

Saludos y mucha más suerte en el amor.

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